La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha entrado en una nueva fase de tensión, luego de que el gobierno chino anunciara la imposición de un arancel del 34% sobre todos los productos estadounidenses que ingresen a su territorio. Esta medida es una respuesta directa a los recientes aranceles reactivados por el presidente Donald Trump en su segundo mandato, los cuales afectan a una gran cantidad de bienes provenientes de China.
El Ministerio de Finanzas de China denunció que las acciones de Washington violan los principios del comercio internacional y representan una intimidación económica unilateral. Pekín instó a Estados Unidos a eliminar estas tarifas y a retomar el diálogo bilateral, advirtiendo que está dispuesto a sostener una confrontación prolongada si es necesario.
Además de los aranceles, China implementó nuevas restricciones a exportaciones clave como las tierras raras —materiales esenciales para la industria tecnológica— y ha suspendido operaciones de varias empresas estadounidenses en su territorio como represalia.
El impacto en los mercados globales no se hizo esperar. El índice FTSE 100 del Reino Unido cayó un 7% en la semana, el Nasdaq de Estados Unidos entró en territorio bajista con una pérdida de más del 20%, y el S&P 500 cayó un 9.1% en apenas cinco días. Analistas advierten que esta escalada podría provocar una recesión global si no se revierte.
El Fondo Monetario Internacional y el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, han expresado seria preocupación ante el aumento de la inflación mundial y el posible estancamiento económico.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención esta confrontación económica entre las dos principales potencias del mundo, esperando una solución diplomática que evite un mayor colapso financiero.
Se sigue investigando el caso.
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